Imaginas al Universo como
algo inconmensurable y complejo. Tan complejo que
crees que no puedes comprender
ni siquiera una pequeña parte. Sin embargo bajo esa
inmensidad que parece superar tu capacidad humana de comprensión,
yace un patrón de increíble simplicidad.
Como en un fractal, todo se repite y se recrea formando
maravillas, siempre a partir de principios muy
sencillos y simples.
La simplicidad es una de las claves que te permite
saber cuándo estás frente a algo que
es verdadero.
Tú estás en el Universo. El Universo está en
ti. Tú eres el Universo.
Pero ese tú vale para cada ser, para cada partícula
en el Universo.
Cada partícula es todo el Universo. Todo lo
que ocurre dentro de cada individuo está espejando
los modos de la totalidad.
Todo parte de una estructura básica que se recrea
al infinito.
Hablo hoy, ahora, sobre esto para que entiendas que
eres importante.
Para que entiendas que cada ser, cada partícula,
es importante porque cada uno es la totalidad, y por
ende, cada partícula
eres tú, cada individuo eres tú, cada
ola eres tú, cada nube eres tú.
El ser la totalidad te permite las posibilidades del
infinito.
Sin embargo como no lo “sabes” aún,
en lo profundo de ti mismo, no te abres a ellas.
Registra que cada cosa que haces, sientes o piensas,
por más simple que sea, se está reflejando
en la totalidad.
Cualquier pequeña acción
modifica al todo.
Todo cuenta. Todo es importante. Todo enriquece a
todo.
Es muy simple.
Ábrete a este concepto y verás
su belleza infinita.